sábado, 20 de diciembre de 2008

Kárate: deporte y tradición


Siguiendo con el blog, me gustaría escribir sobre algo que comenté un poco por encima en mi post anterior (que por cierto, lo acabo de releer y tiene un tono bastante pesimista...¿por qué sería?). Se trata del kárate. ¡ Que disfrutéis!


El kárate es, como todo el mundo sabe, un arte marcial que nació en Japón, concretamente en las sureñas islas de Okinawa. En los 50 su práctica se extendió a todo el mundo y actualmente, aunque no es un deporte olímpico, goza de gran popularidad. España, concretamente, ha dado muchos campeones del mundo en este deporte. Tras esta breve introducción sobre este gran deporte quiero transmitir las sensaciones que la práctica de este arte marcial me hace suscita.

Cuando llegué a Sophia ya tenía claro que quería apuntarme a algún club de alumnos. En Japón, todos alumnos de las universidades o escuelas se implican a fondo en actividades extraescolares, las cuales suelen tener lugar algunos de los días a la semana después de clase y alguno de los días del fin de semana. El abanico de posibilidades es realmente amplio; tan sólo en mi universidad, que no cuenta con más de 10.000 alumnos, existen alrededor de 50 clubes, tales como fútbol, fútbol sala, baloncesto, rugby, volley, balonmano, lacrosse, tenis, frisbee, hípica, piano, flamenco, flauta, violín, debate, negocio, voluntariado, hiphop, ballet, manga, billar...Y por supuesto, no podían faltar las artes marciales: judo, aikido, shorinji kempo, kendo, y por supuesto, kárate.

¿Por qué elegí kárate? En España ya había practicado durante 3 meses taekwondo, a través de cuya práctica pude conseguir que mi agarrotado cuerpo se adaptara un poco a las exigencias de las artes marciales. Como tan sólo lo había practicado por poco tiempo, pensé que quizás estaba aún a tiempo de poder cambiarme al kárate japonés, cuya práctica en Madrid está también muy extendida. Y así, por probar a ver cuál de los dos me gustaba más, me decidí por apuntarme a kárate en Sophia. Gracias a un amigo de mi amigo Gian, conseguí el teléfono del capitán del equipo, Tetsuro Watanabe.

Tetsuro tardó poco en contestarme al SMS, y a la semana siguiente ya estaba entrando por primera vez en el dojo de la Universidad. De esto hace ya dos meses y medio, pero recuerdo encontrarme a pocos universitarios pero a muchos "Old Boys", o postgraduados. Me sorprendió bastante ver que algunos O.B. tienen más de 40 años...Sin embargo, jóvenes y no tan jóvenes, todos por igual, entranan duro para ser más fuerte, perfeccionar las técnicas y seguir correctamente el Camino, o "do".

Durante mi primera clase, y durante los siguientes sábados hasta hace poco me pusieron a cargo de Oshida-sempai, un OB que puede tener la edad de mi padre, a que me enseñara los movimientos básicos, etcétera. TODO es en japonés, lo que lo convierte en un aliciente extra, pero a veces me cuesta seguir el hilo por no entender bien lo que los maestros explican...Sin embargo, todos hablan conmigo y nadie me aísla por ser extranjero, lo que ha hecho que me sienta muy integrado desde el primer día.

El resto de la semana sólo tengo tiempo para practicar el jueves, ya el martes el entrenamiento me coincide con una clase de derecho constitucional...Los jueves me entreno con Tetsuro, Makoto, Sachiko, Marie, y Nishi. Estos son los miembros actuales del grupo. Los otros tres alumnos de intercambio que se apuntaron han acabado por dejarlo. Al parecer, este club de kárate es uno de los más serios de todos los clubes de artes marciales, se exige mucho y a no todos les apetece comprometerse.



Desde que practico kárate, me he dado cuenta de que este deporte no es sólo tal, sino que es una auténtica forma de vivir la cultural tradicional japonesa. Gracias al kárate, estoy descubriendo el auténtico camino samurai, el respeto a los mayores, el compañerismo entre iguales, el mirar siempre a los ojos y estar alerta, el no usar el kárate para dañar, sino para proteger...Es todo esto lo que supone el especial atractivo de practicar kárate aquí. Para los auténticos karateka, el karate no es un deporte, sino un estilo de vida. Y para mí, el ir cada vez que puedo a entrenar supone contagiarme durante un par de horas de esta forma de ver la vida.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Intercambio en Japón

Al fin he reunido fuerzas suficientes para continuar este blog que una vez empecé hace más de un año en este mismo país. Ahora las circunstancias que me han traído aquí han cambiado radicalmente; ya no soy un turista, sino un estudiante más en la selva humana que es Tokio, lo que me permite conocer el auténtico Japón del día a día, con sus cosas buenas y sus cosas malas.



Voy a empezar desde el principio, aunque haya pasado ya casi tres meses desde que llegué:

Tome tierra el día 18 de septiembre de este año en el aeropuerto internacional de Narita un día bastante lluvioso (es la tercera vez que Japón me recibe con un tiempo tan malo...). Hice mi registro , recogí mi pesado equipaje y me dirigí al encuentro del estudiante de Sophia que me llevaría a mi residencia. Su nombre (él) es Fumitaka Sato. Es estudiante de derecho como yo y para mi desgracia habla inglés perfectamente (éste será, por cierto, el mayor problema que he tenido hasta ahora con el japonés, que lo uso menos que el inglés...)


Tras dos horas de tránsito por la enorme red ferroviaria del área metropolitana de Tokio llegamos a la estación de Musashi Koganei, que sirve como nudo de comunicaciones principal a la ciudad de Koganei, una pequeña (100.000 hab.) ciudad dormitorio al oeste de la capital.


Al fin llegué a la residencia, una pequeña pero acogedora residencia de estudiantes exclusivamente de Sophia un poco estrecha pero pulcra y confortable, bien comunicada (a tan sólo tres minutos de Musashi Koganei station) y con el único problema de la abundancia de ruidosos americanos que representan casi la mitad de todos los estudiantes de la residencia (unos 60 o 70). Esto ha hecho que los japoneses que viven aquí acaben tan acostumbrados a los extranjeros que ya pasan de nosotros y contestan con cuatro palabras, y los que hablan un poco más son los que hablan el inglés perfectamente...por ello, el idioma oficial de la Residencia Koganei es el inglés californiano, lo que me está empezando a tocar las narices.No obstante, eso no ha impedido que pudiera hacer algunos buen amigo japoneses, comoNaohiro, de Gifu, estudiante de Literatura Francesa que toca la guitarra perfectamente o Kazuki Sugawara, un enamorado de Francia y de las francesas...Además, he hecho muy buenos amigos no americanos, como Gian Lao, filipino, Cameron Burns, de Canadá o Julien Butterlin, francés. Soy el único español aquí, gracias a Dios.


Volviendo a mi primer día, me presenté a Ryocho-san (el casero del dormitorio), un hombre de aspecto simpático y con pinta de no proceder de la Capital, sino más bien de la serranía. Ryocho-san me condujo a mi habitación, un pequeño habitáculo que encontré agobiante por la falta de luz solar (estoy en la primera planta y no entra luz), pero en cierta manera acogedor. Me sentía muy raro, con una mezcla de alegría, excitación, miedo, cansancio, incertidumbre...pero al final el sueño pudo más conmigo y me dormí directamente hasta el día siguiente.

Salto directamente hasta el día en que entré en Sophia University: su nombre japonés es 上智大学 (se lee Lloochi daigaku) y significa literalmente "universidad del alto conocimiento". Es una universidad jesuita fundada a principios del siglo pasado y es una de las tres universidades privadas con más prestigio de Japón. El campus principal está situado en Yotsuya, un área justo en el centro de Tokio, por lo que el campus es relativamente pequeño (aunque le da mil quinientas vueltas al de ICADE). Se compone de 11 edificios con aulas, el Hoffman Hall para reuniones sociales, el edificio de la Biblioteca Central, cuatro comedores, los gimnasios, tres pistas de tenis, una de rugby y una multiusos, la iglesia de San Ignacio y la residencia de los jesuitas. Tengo la mayoría de las clases en el edificio número 11, el más alejado de la entrada, y las de derecho en el moderno edificio número dos, donde además están las oficinas centrales de la universidad.


Como no tengo tiempo para contar detalladamente todo lo que ha ocurrido desde que llegué, voy a escribir como es para mí un día normal:

me levanto a las 7.20, me despejo, me cambio y voy al comedor a desayunar; lo primero que me encuentro al abrir la puerta es a los americanos berreando en inglés californiano (no se callan ni por la mañana?...) , pero mi humor mejora al ver el desayuno, que la mayoría de los días suele estar mi bueno, y si no, con un buen cuenco de arroz con salmón por encima va de sobra. Termino de desayunar, agradezco a las cocineras su esfuerzo con un sonoro "gochisosama dees" (en Japón, la norma es agradecer a todo el mundo su esfuerzo) y me marcho a la ducha. Sólo hay dos duchas para una población de 70 tíos, pero he tenido la suerte de encontrar un intervalo temporal en el que las dos duchas están misteriosamente vacías, que es entre las 7.30 y las 7.40; fuera de esas horas, tanto más temprano como más tarde, hay que guardar cola. Me ducho, me cambio y me dirijo a la estación, o bien con Naohiro o bien con Gian, dependiendo del día. Por la mañana, los trenes pasan cada tres minutos.

Mi línea es la antigua Chuo Line, que atraviesa todo el área metropolitana de Tokio. Es una línea famosa por lo "petada" que se pone en las horas punta y además últimamente se está retrasando con frecuencia...Lo primero que oigo es el empleado de la estación indicando con micrófono el andén al que dirigirse para el próximo tren rumbo a Tokio y procedo mezclarme con el gentío que se dirige a la Capital. Entre las 8.17 y las 8.24 los trenes van muy muy llenos dado que la gente apura para llegar a las 9 en punto a Tokio. Tanto antes como después de ese intervalo suelen estar un poco más vacíos y por lo menos se puede levantar los brazos, así que siempre que puedo trato de coger el tren de las 8.14, y si no, a pringarla y a apretarse con los demás.


El trayecto hasta Yotsuya dura 40 minutos, tiempo que aprovecho para repasar vocabulario o kanji si no estoy demasiado cansado...Llego a Yotsuya y cruzo la calle para entrar en el recinto de la universidad. Me espera mi primera clase, de japonés, a las 9.15. Mi clase es el nivel intermedio-avanzado, y estoy con otras 10 personas más. Todos los días tenemos que memorizar 50 palabras de vocabulario, hacer deberes y leer el texto de la lección, pero a pesar del gran esfuerzo noto que mi japonés está mejorando, no tanto como debería, pero ya no tengo ningún problema en la vida diaria.


Tras la hora y media de japonés tengo el siguiente período libre, que aprovecho para hacer papeleo, estudiar, dormir en la biblioteca...A las 12.30 almuerzo con diferente gente dependiendo del día: los lunes y miércoles con mis amigos japoneses de la uni, los martes con Naohiro y los demás de la residencia, los jueves con fumitaka y los viernes con quien encarte.

A media tarde tengo una asignatura en inglés, que es o Macroeconomía o Consumer Behavior, dependiendo del día. Luego, más tarde tengo o bien un seminario de Derecho Constitucional, con Kojima sensei, donde discutimos sobre el derecho constitucional japonés a raíz de algún suceso en los periódicos, o bien comentar las sentencias más del Supremo.También voy a los seminarios de la guapa Nishimura sensei, de Derecho Internacional, algo más aburridos por el gran número de personas.La verdad es que poco a poco me voy enterando de más, pero es muy muy muy difícil seguir el hilo...hay veces que acabo desconectando, pero siempre procuro estar atento y por lo menos ir apuntando algo del vocabulario jurídico que va saliendo en clase.

Los días que no tengo clase de derecho voy a kárate. Practicamos el estilo Ootooriuu.Hasta la fecha, es el mejor contacto que tengo con la cultura puramente japonesa. Entrenamos dos días (aunque yo sólo puedo ir uno) sólamente los universitarios. Somos un total de 6, contando conmigo y otro chico mexicano, lo que me ha permitido conocer bien a mis compañeros. Nuestro capitán se llama Tetsuro, estudia Religión y es un auténtico as del karate, además de ser el prototipo de japonés tradicional. En uno de los días en los que nos vamos todos a beber algo le comenté que estaba harto de la americanización del campus y de mi residencia, y me comentó que me comprende perfectamente y que el me enseñaría cómo debo comportarme para con los veteranos del club, con los maestros que vienen los sábados, el correcto uso del japonés honorifico, etcétera. La verdad es que le estoy muy agradecido. Gracias a él, los veteranos y los maestros me han cogido cariño a pesar de no ser una estrella del kárate. Tetsuro también me ha comentado que la mayoría de extranjeros vienen a Japón imponiendo su cultura, su forma de ser, su idioma...así que es por eso que los japoneses sólo acaben riéndoles las gracias y pasen luego de ellos, lo que explica el concepto de "cerrados" que tienen los occidentales con respecto a los japoneses. No es que sean por naturaleza anti extranjeros, sino que son una civilización que ha vivido 400 años aislados del resto del mundo, por lo que son una raza orgullosa que sólo se abrirá auténticamente a los extranjeros si éstos muestran respeto y voluntad de comprender su cultura.

Tras el entrenamiento, me dirijo de vuelta a la resi, ceno y me voy al cuarto de Naohiro o a mi cuarto a estudiar...hasta que me acabo acostando, a mi pesar, a las 2 de la mañana la mayoría de los días.

Bueno, pues esto ha sido todo, espero que haya sido interesante. Ya me duelen los dedos, llevo más de una hora escribiendo sin parar. Prometo que desde ahora en adelante escribiré cosas más concretas con relativa frecuencia!

Un saludo a todos los que hayáis leído hasta el final.

Tokio, a 4 de diciembre de 2008.
Fran