Voy a empezar desde el principio, aunque haya pasado ya casi tres meses desde que llegué:
Tome tierra el día 18 de septiembre de este año en el aeropuerto internacional de Narita un día bastante lluvioso (es la tercera vez que Japón me recibe con un tiempo tan malo...). Hice mi registro , recogí mi pesado equipaje y me dirigí al encuentro del estudiante de Sophia que me llevaría a mi residencia. Su nombre (él) es Fumitaka Sato. Es estudiante de derecho como yo y para mi desgracia habla inglés perfectamente (éste será, por cierto, el mayor problema que he tenido hasta ahora con el japonés, que lo uso menos que el inglés...)
Tras dos horas de tránsito por la enorme red ferroviaria del área metropolitana de Tokio llegamos a la estación de Musashi Koganei, que sirve como nudo de comunicaciones principal a la ciudad de Koganei, una pequeña (100.000 hab.) ciudad dormitorio al oeste de la capital.
Al fin llegué a la residencia, una pequeña pero acogedora residencia de estudiantes exclusivamente de Sophia un poco estrecha pero pulcra y confortable, bien comunicada (a tan sólo tres minutos de Musashi Koganei station) y con el único problema de la abundancia de ruidosos americanos que representan casi la mitad de todos los estudiantes de la residencia (unos 60 o 70). Esto ha hecho que los japoneses que viven aquí acaben tan acostumbrados a los extranjeros que ya pasan de nosotros y contestan con cuatro palabras, y los que hablan un poco más son los que hablan el inglés perfectamente...por ello, el idioma oficial de la Residencia Koganei es el inglés californiano, lo que me está empezando a tocar las narices.No obstante, eso no ha impedido que pudiera hacer algunos buen amigo japoneses, comoNaohiro, de Gifu, estudiante de Literatura Francesa que toca la guitarra perfectamente o Kazuki Sugawara, un enamorado de Francia y de las francesas...Además, he hecho muy buenos amigos no americanos, como Gian Lao, filipino, Cameron Burns, de Canadá o Julien Butterlin, francés. Soy el único español aquí, gracias a Dios.
Volviendo a mi primer día, me presenté a Ryocho-san (el casero del dormitorio), un hombre de aspecto simpático y con pinta de no proceder de la Capital, sino más bien de la serranía. Ryocho-san me condujo a mi habitación, un pequeño habitáculo que encontré agobiante por la falta de luz solar (estoy en la primera planta y no entra luz), pero en cierta manera acogedor. Me sentía muy raro, con una mezcla de alegría, excitación, miedo, cansancio, incertidumbre...pero al final el sueño pudo más conmigo y me dormí directamente hasta el día siguiente.
Salto directamente hasta el día en que entré en Sophia University: su nombre japonés es 上智大学 (se lee Lloochi daigaku) y significa literalmente "universidad del alto conocimiento". Es una universidad jesuita fundada a principios del siglo pasado y es una de las tres universidades privadas con más prestigio de Japón. El campus principal está situado en Yotsuya, un área justo en el centro de Tokio, por lo que el campus es relativamente pequeño (aunque le da mil quinientas vueltas al de ICADE). Se compone de 11 edificios con aulas, el Hoffman Hall para reuniones sociales, el edificio de la Biblioteca Central, cuatro comedores, los gimnasios, tres pistas de tenis, una de rugby y una multiusos, la iglesia de San Ignacio y la residencia de los jesuitas. Tengo la mayoría de las clases en el edificio número 11, el más alejado de la entrada, y las de derecho en el moderno edificio número dos, donde además están las oficinas centrales de la universidad.
Como no tengo tiempo para contar detalladamente todo lo que ha ocurrido desde que llegué, voy a escribir como es para mí un día normal:
me levanto a las 7.20, me despejo, me cambio y voy al comedor a desayunar; lo primero que me encuentro al abrir la puerta es a los americanos berreando en inglés californiano (no se callan ni por la mañana?...) , pero mi humor mejora al ver el desayuno, que la mayoría de los días suele estar mi bueno, y si no, con un buen cuenco de arroz con salmón por encima va de sobra. Termino de desayunar, agradezco a las cocineras su esfuerzo con un sonoro "gochisosama dees" (en Japón, la norma es agradecer a todo el mundo su esfuerzo) y me marcho a la ducha. Sólo hay dos duchas para una población de 70 tíos, pero he tenido la suerte de encontrar un intervalo temporal en el que las dos duchas están misteriosamente vacías, que es entre las 7.30 y las 7.40; fuera de esas horas, tanto más temprano como más tarde, hay que guardar cola. Me ducho, me cambio y me dirijo a la estación, o bien con Naohiro o bien con Gian, dependiendo del día. Por la mañana, los trenes pasan cada tres minutos.
Mi línea es la antigua Chuo Line, que atraviesa todo el área metropolitana de Tokio. Es una línea famosa por lo "petada" que se pone en las horas punta y además últimamente se está retrasando con frecuencia...Lo primero que oigo es el empleado de la estación indicando con micrófono el andén al que dirigirse para el próximo tren rumbo a Tokio y procedo mezclarme con el gentío que se dirige a la Capital. Entre las 8.17 y las 8.24 los trenes van muy muy llenos dado que la gente apura para llegar a las 9 en punto a Tokio. Tanto antes como después de ese intervalo suelen estar un poco más vacíos y por lo menos se puede levantar los brazos, así que siempre que puedo trato de coger el tren de las 8.14, y si no, a pringarla y a apretarse con los demás.
El trayecto hasta Yotsuya dura 40 minutos, tiempo que aprovecho para repasar vocabulario o kanji si no estoy demasiado cansado...Llego a Yotsuya y cruzo la calle para entrar en el recinto de la universidad. Me espera mi primera clase, de japonés, a las 9.15. Mi clase es el nivel intermedio-avanzado, y estoy con otras 10 personas más. Todos los días tenemos que memorizar 50 palabras de vocabulario, hacer deberes y leer el texto de la lección, pero a pesar del gran esfuerzo noto que mi japonés está mejorando, no tanto como debería, pero ya no tengo ningún problema en la vida diaria.
Tras la hora y media de japonés tengo el siguiente período libre, que aprovecho para hacer papeleo, estudiar, dormir en la biblioteca...A las 12.30 almuerzo con diferente gente dependiendo del día: los lunes y miércoles con mis amigos japoneses de la uni, los martes con Naohiro y los demás de la residencia, los jueves con fumitaka y los viernes con quien encarte.
A media tarde tengo una asignatura en inglés, que es o Macroeconomía o Consumer Behavior, dependiendo del día. Luego, más tarde tengo o bien un seminario de Derecho Constitucional, con Kojima sensei, donde discutimos sobre el derecho constitucional japonés a raíz de algún suceso en los periódicos, o bien comentar las sentencias más del Supremo.También voy a los seminarios de la guapa Nishimura sensei, de Derecho Internacional, algo más aburridos por el gran número de personas.La verdad es que poco a poco me voy enterando de más, pero es muy muy muy difícil seguir el hilo...hay veces que acabo desconectando, pero siempre procuro estar atento y por lo menos ir apuntando algo del vocabulario jurídico que va saliendo en clase.
Los días que no tengo clase de derecho voy a kárate. Practicamos el estilo Ootooriuu.Hasta la fecha, es el mejor contacto que tengo con la cultura puramente japonesa. Entrenamos dos días (aunque yo sólo puedo ir uno) sólamente los universitarios. Somos un total de 6, contando conmigo y otro chico mexicano, lo que me ha permitido conocer bien a mis compañeros. Nuestro capitán se llama Tetsuro, estudia Religión y es un auténtico as del karate, además de ser el prototipo de japonés tradicional. En uno de los días en los que nos vamos todos a beber algo le comenté que estaba harto de la americanización del campus y de mi residencia, y me comentó que me comprende perfectamente y que el me enseñaría cómo debo comportarme para con los veteranos del club, con los maestros que vienen los sábados, el correcto uso del japonés honorifico, etcétera. La verdad es que le estoy muy agradecido. Gracias a él, los veteranos y los maestros me han cogido cariño a pesar de no ser una estrella del kárate. Tetsuro también me ha comentado que la mayoría de extranjeros vienen a Japón imponiendo su cultura, su forma de ser, su idioma...así que es por eso que los japoneses sólo acaben riéndoles las gracias y pasen luego de ellos, lo que explica el concepto de "cerrados" que tienen los occidentales con respecto a los japoneses. No es que sean por naturaleza anti extranjeros, sino que son una civilización que ha vivido 400 años aislados del resto del mundo, por lo que son una raza orgullosa que sólo se abrirá auténticamente a los extranjeros si éstos muestran respeto y voluntad de comprender su cultura.
Tras el entrenamiento, me dirijo de vuelta a la resi, ceno y me voy al cuarto de Naohiro o a mi cuarto a estudiar...hasta que me acabo acostando, a mi pesar, a las 2 de la mañana la mayoría de los días.
Bueno, pues esto ha sido todo, espero que haya sido interesante. Ya me duelen los dedos, llevo más de una hora escribiendo sin parar. Prometo que desde ahora en adelante escribiré cosas más concretas con relativa frecuencia!
Un saludo a todos los que hayáis leído hasta el final.
Tokio, a 4 de diciembre de 2008.
Fran
2 comentarios:
¡Hola Fran!
Me alegro de que lo estés pasando bien por allí. ¿Qué tal las clases en japonés, se te hacen muy duras?
A ver si postemas más a menudo que nos tienes de contar cosas buenas (y alguna mala, que aquello no es perfecto).
Saludos.
¡Buenas Fran! Me ha encantado tu relato, parece muy interesante. La verdad es que me alegro un montón que estés disfrutando tanto pero también tengo que decirte que bobby echa de menos tener noticias tuyas de vez en cuando (mandar un mail no cuenta tanto ;) ) Bueno, supongo que habrás adivinado quien soy, ¿no? Un besazo (y espero tener noticias tuyas ee, que me estoy cansando ya de pedírtelas todo el rato!!!!)
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